Quien haya ido a ver la primera entrega de la saga de los 4 Fantásticos, en el 2005, debe haber estado más o menos de acuerdo conmigo en que se trató de un fiasco en cuanto a expectativas de superproducción que de esa película se tenían, pero simpática –a ratos- si se le ve como divertimento de fin de semana y nada más. Es decir, que uno no podía ni debía ser realmente exigente en cuanto a lo que el filme ofrecía. Los 4 Fantásticos y Silver Surfer (Tim Story, 2007) es, en ese sentido, muy superior.
Y no es que se trate de una superproducción que cumpla con todas las de la ley. Entiéndase que no puede competir, nada más en términos comerciales, con Harry Potter o El Hombre Araña, por ejemplo. Y siendo, como es, una producción de millones de dólares invertidos no sólo en su país sino en todo el mundo, tiene esa obligación de redituar económicamente en términos de escándalo: ejércitos de fans, mercancía derivada con volúmenes de venta asegurada que supere los miles de millones de dólares, etc.; en fin casi, casi lo mismo que deben mover en dinero las grandes instituciones religiosas.
No es que queramos darle una valoración ética al cine hollywoodense. Simplemente definimos su propósito en función a su escala global como actividad comercial.
Pues bien, decíamos que esta nueva entrega de los 4 Fantásticos es muy superior a la primera; y ello porque explota mejor los puntos fuertes de ésta, aquellos que nos hacen decir que la del 2005 era simpática.
Hay mejores efectos visuales, más escenas de humor, menos inocentes dicho sea de paso, y siempre basadas en la relación entre los personajes. De hecho esto último, la relación entre los personajes (en buena cuenta la química entre los actores que se deja traslucir en su interpretación, en el desarrollo de estas relaciones), es lo más destacable.
No son tan importantes las intenciones, los motivos que empujan a los personajes a hacer lo que hacen. Lo es el modo en que lo hacen; la forma en como, además, la presencia de sus compañeros, sus riñas, sus conflictos personales, sus estados de humor, afectan su manera de actuar y responder.
Las actuaciones no son particularmente notables (decir que cumplen es suficiente, y Jessica Alba es un cero a la izquierda en interpretación, su belleza debe ser suficiente motivo para que aparezca), pero el manejo de la psicología de grupo y las interrelaciones entre los protagonistas es digno de una venia.
Ahora, eso no hace que la película no tenga puntos flacos, y los tiene. La relación de Dr. Doom con el resto de personajes se sumaba a los puntos fuertes en el primer largometraje, y esto porque mostraba una historia común, detallaba un perfil del personaje, y le daba motivación. Acabamos de expresar que la motivación no es lo más importante aquí; sin embargo es de notarse que el indicar una intención, un propósito, le da un “norte” a su modo de actuar, y eso sí que es cuando menos necesario.
La presencia de Silver Surfer, en ese sentido, adolece de una motivación clara a en la mayor parte de la narración, y aunque eso puede darle una cuota de misterio, lo que en definitiva suma a la hora de sacar cuentas, dicho misterio tiene que resolverse sobre el final o quedar en el aire para dejar al público con ganas de una nueva secuela.
Ocurre lo primero. Es decir, que el misterio se revela. Pero una vez que lo hace, la valoración que uno puede tener de Silver Surfer decae, pues, resulta que ni es malo ni es bueno. Es un ser egoísta y su motivación lo es más. Luego cambia de actitud y el motivo de su cambio es quizás peor: no hay en él una reflexión de sus acciones y de su trascendencia en la vida, sino que actúa como lo hace porque Susan Storm le recuerda a su amada.
Esta bien que la belleza de Jessica Alba justifique su presencia en el ecran, pero de ahí a que una terrícola entre miles de millones “mueva montañas” por su belleza, porque justo dio la casualidad que ella y no otra se cruzó en el camino del deslizador de plata, es una exageración bastante gruesa. A todo eso, cabe pensar en los pobrecitos de los miles de billones de seres de otros mundos que no tuvieron la suerte de que su más bella exponente justo se topara con el heraldo de Galactus.
Y si el perfil del Silver Surfer arroja que es –digamos- ambiguo, Galactus es el peor esbozado de todos. Tanto peor que en verdad sobran palabras para delinearlo en estas líneas.
Pero no nos detengamos en los puntos débiles, que ya dijimos que podemos salir del cine con sensaciones más positivas que las de hace dos años. Tal vez convenga más distraernos en otros detalles, como que el cameo de Stan Lee estuvo mucho más gracioso que los que hizo en los largos de sus otros “hijos” superhéroes, o señalar lo extraño que se ve que, al denunciar la tortura como método de los militares estadounidenses, estos tomen la precaución de irse a Siberia para obrar de tal manera.
Si es para buscar nuevos paisajes, el hecho pasa como cuestión de producción, pero con miras a los propósitos del guión, ese viajecito es absurdo. Podemos asumirlo entonces como una pasada en agua tibia de la denuncia, por cuanto que, al no hacerse en “suelo norteamericano”, no puede decirse que las altas autoridades estuvieran enteradas; pero si se toma en cuenta que quien encabeza el operativo es un general y alto funcionario de gobierno, esta afirmación cae en el ridículo.
Dejémoslo ahí. Con el deslizador de plata estos 4 fantásticos patinan menos y mejor que antes.
Los 4 Fantásticos y Silver Surfer es una película de costosos efectos visuales, de modestas pretensiones comerciales, y que cumple mejor que su predecesora como entretenimiento de fin de semana.