comenta MAXI SÁNCHEZ Adaptar cinematográficamente un libro es un reto realmente difícil. Condensar toda su riqueza narrativa se vuelve aún más complicada si el texto fue escrito por un guionista tan renombrado como
Guillermo Arriaga (autor de la “Trilogía del dolor”:
Amores Perros, 21 Gramos y la nominada al Oscar,
Babel) Razón por la cual, habérsele conferido la responsabilidad de dirigir
El búfalo de la noche al primerizo
Jorge Hernández Aldana, resultó simplemente arriesgado, pues al verla causa la ligera sensación de que hubo algo que no dejó funcionar el producto, ni como pluma de
Arriaga ni como dirección de
Hernández.
El búfalo de la noche a modo de narración fragmentada cuenta la historia de
Gregorio, un joven esquizofrénico quien adora a su novia Tania y tiene una amistad entrañable con su amigo Manuel. Pero la enfermedad de Gregorio, hace que lo recluyan en un hospital siquiátrico, mientras Manuel y Tania comienzan a tener un romance; la pasión entre ellos crece al grado de que la mujer decide terminar con Gregorio.
Días después de salir de su más reciente reclusión siquiátrica, el esquizofrénico se pega un tiro en la cabeza. La culpa comienza a taladrarles la cabeza a Manuel y Tania, inician un descenso a los abismos de la locura y la desesperanza.Una primera mirada a la cinta nos advierte que es una película de diálogo pobre, de presumida dirección fotográfica y de narración errabunda e imitativa; lo que en resumen la gente suele llamar “aburrida”. Al hacer un segundo análisis… se confirma lo anterior. Sin embargo, ello no es sólo resultado de la desesperación del director venezolano por intentar forzar al filme a convertirse en una ópera prima digna del recuerdo. La responsabilidad también es propia de la naturaleza del guión -nada malo, en realidad- que posee, de manera indiscriminada, tópicos difíciles de plasmar y, sobretodo, de transmitir a un público.
Uno de esos temas –y el más complicado, a mi juicio– es la incomunicación. Esta temática es la que lleva a la película por caminos poco reconocibles e inaceptables, no por que esté mal planteada, si no por que no se encontraron las herramientas idóneas. Es difícil imaginarse algo tan enraizado dentro de nosotros como la falta de comunicación y la alienación: la falta de capacidad de los seres humanos de poder vincularse con su mundo, con ellos mismos y con los demás. Una respuesta mediática resulta criticarla, por que sea casi ininteligible.
Pero, ¿cómo lograr comunicar la incomunicación?
Lo que propone el equipo
Arriaga-Hernández -en ese inalterable orden-, es transmitirla a través de la falta de comunicación misma. Es por ello la proliferación de personajes que hablan lo estrictamente necesario y que cuando lo hacen no dicen absolutamente nada que soporte el rol “artístico” del filme.
Los personajes poseen por ello un carácter destructivo (y autodestructivo) Sólo así se explica el abuso de las escenas sexuales. El director busca trasmitir con ellas la desesperación que sufren los jóvenes al carecer de una comunicación genuina y de interrelación. El sexo en líneas generales es accidentado, no es un acto apasionado ni amoroso es simplemente desesperado, ansioso y funcional o en todo caso, primitivo.
El acto sexual es utilizado como medio vinculante y comunicativo, no sólo para demostrar amor si no también amistad.
Manuel (Diego Luna), es un personaje apático, no habla mucho y lo que tiene que expresarle a
Tania (Liz Gallardo) lo expresa con sexo. Lo mismo sucede con
Margarita -quien es un personaje muy sólido-, hermana del esquizofrénico, y con una amiga más
(Camila Sodi) que tiene una aparición de tres o cuatro minutos, sólo para decir que lo ama y, porsupuesto, quitarse la ropa.
Vale decir, el sexo no recurre al erotismo (como muchos críticos y no-críticos hubiesen deseado), no por que no pueda, más bien no lo pretende. Los diálogos son aburridos y monótonos por la misma razón. Basta con leer las primeras líneas del libro de Arriaga para darse cuenta que el diálogo es natural, sin artificios que le den un matiz adicional requerido por el público, pero innecesaria para lo que el filme desea expresar.
Otros tópicos de los que hace uso la película es el de la traición y la locura, mejor tratados en el
libro que en el montaje. No se sienten en ningún momento la frustración que viven los personajes principales, ni la relación –de vital importancia en la obra literaria- entre
Manuel y
Tania y entre
Manuel y su madre.
La esquizofrenia es tratada desde afuera, de manera visual, sirviéndose para ello de
flash backs que a juzgar por sus intromisiones, resultan a veces molestos. Intenta hacer uso de la introspección de sus personajes, que recae en una narración confusa y arbitraria. Es por ello que
Diego Luna se “gana” todos los primeros planos, haciendo que su presencia se nos haga tan natural que logra que veamos al personaje como nada especial.
La inclusión de la música de
The Mars Volta no fue accidental, al igual que en los demás aspectos, el plano musical trató de ser más que un tramo experimental, quiso ir más allá de lo meramente funcional.
No se si sea por la expectativa que generó antes de su estreno, o el afán de
Arriaga de demostrarle a
Gonzáles Iñárritu, que el verdadero autor de su trilógia parte del guión y no de su dirección, pero el resultado final de
El búfalo de la noche es tristemente decepcionante.
La presencia del escritor mexicano más afamado del momento, un novel pero prodigioso director venezolano, un actor en un momento maduro de su carrera como
Diego Luna y una extraordinaria música de
The Mars Volta, no fueron material suficiente para construir una obra digna de verse, pero no por lo que se muestra sino por lo que se dejó de plasmar.